Kant comienza su investigación con una pregunta difícil de contestar: ¿es posible la metafísica como ciencia? Es decir, ¿se puede tener un conocimiento racional, científico, de aquellas realidades de las que no poseemos ningún conocimiento sensible? ¿Puede haber algún conocimiento que sea universalmente válido? De esta manera, Kant trata de responder a la problemática epistemológica del momento entre racionalistas y empiristas. Para los primeros, el origen del conocimiento se centraba en las ideas innatas y la razón era la que articulaba el conocimiento. Por el contrario, para los empiristas los sentidos eran la principal fuente de conocimiento, de la que había que partir.
El problema residía en que para los racionalistas era necesario que se llegara, por intuición, a las ideas innatas para después poder desarrollar el resto del conocimiento, mientras que para los empiristas no se podía ir más allá de la experiencia si se quería tener certeza en el conocimiento. Kant intentará solucionar esta problemática realizando una síntesis de ambos planteamientos, en lo que se conocerá como idealismo trascendental. Aceptará parte de la teoría de ambas corrientes: para Kant existen conceptos que no derivan de la experiencia (en esto está en la línea de los racionalistas) pero que solo se pueden aplicar dentro de la propia experiencia (dando así parte de razón también a los empiristas). De este modo, para Kant, los racionalistas habían construido una metafísica alejada de la experiencia, lo que conducía a un dogmatismo peligroso, y el empirismo, por su parte, si se toma al pie de la letra, puede provocar un escepticismo radical, pues impide dar el salto hacia las ideas y se queda anclado en la experiencia.
Este es parte del proyecto que Kant expresa en libros tan determinantes como la Crítica de la razón pura, donde afirma que su intención es poner en jaque a la metafísica tradicional ( proponiendo la llegada de una nueva metafísica que se sostenga sobre los métodos de la ciencia del momento (Newton y Galileo). Kant pondrá en marcha lo que él denominará el método trascendental, en el que lo importante es tanto el sujeto que conoce como el objeto que es conocido y lo vital es la relación que existe entre ambos, de modo que la síntesis de ambos será la solución al conflicto entre el racionalismo y el empirismo.
Kant realiza una síntesis superadora de este enfrentamiento entre el racionalismo y el empirismo. Una de las claves principales para lograrlo fue lo que se denominó el giro copernicano del conocimiento. Hasta Kant la epistemología centraba sus esfuerzos en el objeto y la posibilidad o no de conocerlo. Se partía de una realidad sensible o extrasensible como objeto de conocimiento. Pero Kant realiza un giro de 180 grados y sitúa el origen del conocimiento en el sujeto; ahora la pregunta es qué puede conocer el sujeto; es decir, el foco del conocimiento pasa del objeto al sujeto. Para Kant, el sujeto es quien crea la realidad, una realidad que se manifiesta siempre en forma de fenómeno (lo que se presenta). Para Kant, la realidad solo se puede conocer como lo que se aparece o presenta (el fenómeno); la cosa en sí (el noúmeno) no se puede conocer.
Este intento de aclarar cómo se produce el conocimiento y de saber si la metafísica es posible como ciencia trata de abordarlo Kant en su Critica de la razón pura, donde establece una división de tres partes importantes dependiendo de qué facultad del conocimiento se estudie:
*La primera parte está dedicada a lo que él denomina la estética trascendental. Aquí la facultad de conocimiento es la sensibilidad. Para que pueda existir el conocimiento sensible se necesitan dos condiciones, que son el espacio y el tiempo. De ahí que Kant las sitúe como condiciones universales y necesarias, es decir, trascendentes. A ambas les da el nombre de formas a priori de la sensibilidad. A priori significa que son antes de la experiencia, esto es, antes de que el individuo pueda experimentar la realidad por medio de los sentidos, y son formas a priori de la sensibilidad porque para que exista conocimiento sensible, como acabamos de decir, son necesaria ambas. También se denominan intuiciones puras. Al llamarlas intuiciones, Kant pone de manifiesto que quedan más allá de toda experiencia.
Con esto Kant explica el fenómeno, lo que se aparece, lo que el sujeto percibe, es la suma de los datos empíricos (la experiencia que se tiene) más el espacio y el tiempo. El sujeto, por lo tanto, es el que capta el objeto a través del fenómeno; es decir, el sujeto se limita a conocer lo que se aparece (el fenómeno) y nada más allá. De modo que el objeto se adapta a la forma de conocer que tiene el sujeto, que conoce a través de su sensibilidad, por lo que la cosa en sí, el noúmeno, no puede llegar nunca a ser conocido.
En el binomio sujeto- objeto para Kant el peso recae en el modo de conocer que tiene el sujeto. El sujeto conoce a través de sus condiciones de conocimiento; el fenómeno es lo que se manifiesta en el sujeto que percibe, lo que se le aparece. Pero hay algo en el objeto que no podemos conocer, algo que es el objeto en sí, el noúmeno, y que nunca se conoce. Por lo tanto, podemos decir que la experiencia es la fuente de conocimiento y que la sensibilidad es pasiva, pues recibe impresiones y las estructura haciendo uso del espacio y el tiempo, que son propiedades que aporta el sujeto.
*La segunda parte es la analítica trascendental. Hasta ahora tenemos unos datos sensibles organizados en un espacio-tiempo. Pero el problema es que solo tenemos eso; ahora toca entenderlos. Por eso, la analítica trascendental se ocupa de la facultad de conocimiento que es el entendimiento. El entendimiento será el encargado de recoger esta información y pensar los objetos. El objetivo del entendimiento es que se organice toda esa variedad tan amplia de fenómenos que recibimos a través de la sensibilidad de un modo pasivo. Todos estos fenómenos necesitan tener una unidad, necesitan ser unificados para poder entenderlos, y ese es el papel del entendimiento. Su tarea es facilitar la compresión de todo lo que estamos percibiendo, de modo que se pueda llegar a progresar en el conocimiento de lo sensible. El entendimiento es el encargado de conceptualizar los datos sensibles; es decir, es el que forma el concepto, y necesita de la sensibilidad para poder formarlo, al igual que la sensibilidad necesita del entendimiento para poder comprender, usado el concepto, lo que ocurre. Por lo tanto, el entendimiento es el que organiza y agrupa las intuiciones y forma los conceptos. Por eso, la suma de las intuiciones sensibles y los conceptos es tan importante, porque de ella nace el conocimiento; en este sentido, Kant llegó a afirmar que las intuiciones sin conceptos son ciegas y los conceptos sin intuiciones son vacíos.
*La tercera parte está centrada en la dialéctica trascendental. En ella Kant se ocupa de la facultad de conocimiento que es la razón. La razón es la única que tiene la capacidad de realizar una síntesis de los conceptos para formar los razonamientos y las ideas. Por tanto, la razón sería la tercera facultad del conocimiento, junto con el entendimiento y la sensibilidad. Será la encargada de realizar una unificación del conocimiento humano a través de las ideas. Kant la denominará razón especulativa. El adjetivo especulativa tiene una clara intención y es la de que la propia razón se mueva más allá de los límites de la experiencia. De ahí que Kant justifique que a lo largo de la historia de la humanidad la razón especulativa siempre haya tratado de ir más allá de los límites de lo experiencial, llegando a lo metafísico. El objeto de esta razón especulativa son las ideas y dentro de estas Kant se plantea analizar las tres principales ideas metafísicas: Alma, Mundo y Dios. Estas tres son para Kant la máxima representación de lo que es una idea global de la experiencia humana en su totalidad. La idea de Mundo es la encargada de englobar todo lo referente a la experiencia del exterior, mientras que la idea de Alma es la que se encarga de representar toda la experiencia interna; por último, la idea de Dios sería la que se encarga de unificar ambas ideas.
Estas ideas no están encuadradas en el mundo físico de los fenómenos, sino que son pensadas como ideas unificadoras. La intención de Kant al realizar este estudio era la de hacer una crítica a toda la metafísica tradicional y a la cantidad de argumentos que durante siglos se habían buscado para justificar que la metafísica pudiese ser una ciencia. Kant demuestra que la metafísica no puede ser una ciencia bajo ningún concepto, entre otras cosas porque sus juicios (sus enunciados, sus sentencias) no añaden ningún tipo de conocimiento, pues están más allá de la experiencia sensible. Puede darse el caso de que la razón quiera convertir a estas ideas en objetos reales, como de hecho ha pasado a lo largo de la historia, pero esto es un error: a este proceder Kant lo denomina la ilusión trascendental. Las ideas con las que trabaja la misma razón no pueden tener contenidos reales, sino que deben más bien permanecer como ideas unificadoras. Estas ideas, por lo tanto, no son fuente de conocimiento, sino más bien entes que son pensados.
En resumen, para Kant, en lo referente a su teoría del conocimiento, el hombre solo puede llegar a conocer aquello que se le aparece en forma de fenómeno, que son los objetos que se le presentan al sujeto (un sujeto que en este proceso de conocimiento aporta su modo de conocer). Esto significa que la misma razón tiene sus limitaciones porque el objeto en sí, el noúmeno, no es cognoscible. En este conocimiento el sujeto, gracias a la sensibilidad y al entendimiento, aporta su modo de conocer a estos fenómenos, que están unidos por medio de leyes causales. De modo que podemos decir que el sujeto puede conocer una parte de la realidad, aportando sus cualidades a la hora de conocer, pero no puede ir más allá de este tipo de conocimiento.
De todas formas, para Kant, aunque la metafísica esté más allá de las posibilidades conocimiento, responde a una tendencia natural en el hombre: la de avanzar hacia principios cada vez más generales.
La metafísica no es una ciencia ni llegará nunca a serlo. Cuestiones como la libertad personal, la inmortalidad del alma o la existencia de Dios jamás podrán ser demostradas. La razón pura o teórica, como fuente de conocimiento, no puede resolverlas. Por este motivo, desde el ámbito del conocimiento, solamente es posible justificar con coherencia una posición agnóstica. Ahora bien, el hombre no se limita a conocer, sino que también vive y actúa. Tal vez estas ideas trascendentales (alma, mundo, dios) hallarán su lugar natural en el ámbito de la razón práctica. Tal vez lo que resulta imposible para la razón especulativa será factible para la razón práctica.
(AA.VV. H. de la Filosofía 2. Edit. Edebé. Barcelona. 2016 José Carlos Ruiz Sánchez. H. de la Filosofía. Bachillerato. Andalucía y Canarias. Edit. Mc Graw Hill. Madrid. 2013)